Saturday, May 20, 2006

Ciudad feliz: “La historia del Cochon Rouge” (del libro sucedió en mar del plata)

Mar del Plata está situada sobre el Océano Atlántico, en la zona Sudeste de la Provincia de Buenos Aires, 38º2 de latitud Sur y 57º39 de longitud Oeste. Disfruta de una extensión de 1453,44 kilómetros cuadrados, alrededor de 145000 hectáreas. La distancia entre la Capital Federal y Mar del Plata es de 404 kilómetros y a la ciudad de La Plata 367 kilómetros.
“Dotado de un puerto natural sobre el Océano que lo pone en comunicación directa con el extranjero…, llamado a un gran desenvolvimiento… hay en él un saladero, molino de agua, iglesia de piedra y cal, botica, herrería, zapatería, y otros ramos industriales. Está listo el colegio municipal y 20 casas de piedra, madera y ranchos, ocupados por negocios de diversos géneros… La población que aquí se forme está llamada a ser una de las más felices de la provincia, por su clima y la feracidad del suelo.” Nota al gobernador Mariano Acosta solicitando autorización para fundar un pueblo llamado Mar del Plata. Nombre propuesto por su posterior fundador Patricio Peralta Ramos, 14 de noviembre de 1873.
A los pocos meses de aceptarse el pedido de Peralta Ramos, a la lista de comercios se le tuvo que agregar un restaurante francés llamado Cochon Rouge donde la especialidad, como lo dice el nombre, era el lechón. El Cochon Rouge, estaba ubicado en la zona del puerto, donde hoy se encuentra una famosa estación de servicio. El dueño era el señor Henry Blanc y la llegada al balneario se realizó mediante cuatro carrozas con banderas francesas e imágenes pintadas de cerdos endiablados con una pequeña guarnición verde y su característica manzana que los animales usaban de mordaza. Entre los comensales se encontraban Marcelino Martínez, José Gregorio Lezama, Javier Ortíz, la señorita Cecilia Peralta Ramos, Patricio Peralta Ramos, Ovidio Zubiaurre, Antonio Iglesias y Juan Camet entre otros. Pero con el tiempo el Cochon Rouge fue decayendo; ya el bueno de Henry Blanc había muerto y una generación de hijos criollos tomó el poder de ese prestigioso restaurante, que se convirtió en antro de marinos y prostitutas. Bernardo Blanc era el nuevo dueño o el que se encargaba de emborrachar ingleses y argentinos de igual manera; impresionaba a los franceses con su acento demencial y seducía a cuanta prostituta entraba en el ya decadente Cochon Rouge. Los hombres tirados por la puerta dentro y afuera del establecimiento no asustaban a los pocos vecinos del lugar. La policía por estos lados no pasaba y de a poco esa ciudad que comenzó a crecer dejaba olvidada una parte de su historia. Mar del Plata ostentaba hasta esa época un record absolutamente favorable que era no tener ningún asesinato en su tierra. Las muertes eran naturales o por accidentes. No había robos ni ladrones. Lo que Mar del Plata no contaba era el Cochon Rouge y alrededores donde los asesinatos sobrepasaban la media de cualquier pueblo, los robos y crímenes eran de tal magnitud que ya la gente ignoraba por completo esa porción de tierra contaminada. Los faroles ciegos del puerto no podían ser testigos de estas atrocidades: la red de prostitución y juego que se había formado o el sector de mafias que se instaló ahí. Y hasta no pudieron ser testigos de esa vez que un tal Jack con galera, capa y bastón entró hablando en criollo y los pocos que lo conocieron se alejaron de él como si la peste roja hubiera entrado. Y así los dueños pasaron y el Cochon Rouge fue desapareciendo. Nunca se sabrá en que fecha cerro definitivamente ya que los archivos de la ciudad nunca aceptaron un lugar con ese nombre. Ni los familiares antes nombrados dan como cierto este restaurante. Pero la verdad es que el sitio fue y será el primer lugar que no fue feliz en la ciudad feliz.

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