Thursday, June 01, 2006

Alguna angustia


Sirviente del basto mundo de la noche, en especial de aquellas noches donde el alcohol suele ser la bebida del corazón, salí por una puerta que me hizo entrar en otra. Un mundo de puertas y llaveros en el cual nunca entre a ningún lado. Un vaso más y me voy. Los condenados bailaban, cosa que sólo ellos pueden hacer, y yo camino por un oscuro y movedizo sendero en el cual sus pies me dicen que hoy no puede ser. Vodka por favor. Rieron los bailarines al verme caer una y otra vez de una silla pegada al piso y retenida por un gordo marisco que pensó que yo no me iba a volver a parar. Otro vaso más. Surtido de variedades, de camisas, pantalones, relojes con agujas, sombreros de metal y ese plástico que recubre sus bocas. Lentes para noche, ojos sin iris y yo mirando crujir sobre la mesa un billete desesperado. Dame un poco más. Luces negras sin pensamientos limaron mi voluntad de menos y persiguieron sus dedales hasta hacer magia con mi estomago que derramo lágrimas sobre un mármol sucio por la orina. Los pies reían, los moluscos me empujaban, sentía cejas persiguiéndome hasta otra puerta, y así otra puerta y más puertas hasta que esa última puerta descubrió un espejo opaco. Figura completa, ropa y sangre, suerte de vergüenza pasada, recuerdos de un jamón y no el que se come. Ahí de cuerpo entero sin puertas ni resacas vuelvo a beber.

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